El concepto cultura policíal y su doble vida

Introducción

En este trabajo nos proponemos realizar una revisión sobre el concepto de cultura policial, a partir de un recorrido bibliográfico que va desde los contextos de la lengua inglesa y europeo-continental hasta documentos más contemporáneos. Entendemos, desde la seguridad ciudadana y desde la sociología de la cultura, que sobre esos trabajos bibliográficos se cimientan los lineamientos generales sobre los cuales esta noción se ha constituido. En este sentido, se describen a grandes rasgos algunas características que han sido atribuidos a la cultura policial.

Además, se buscará dar cuenta del sentido que se otorga sobre cuestiones relativas a la definición del concepto de cultura policial, sus variaciones, la importancia de las normas, los contextos y posibilidades de transformación en las instituciones policiales con relación al concepto en cuestión.

Desarrollo

Consideramos pertinente, en primer lugar, comenzar a desmenuzar el concepto de cultura para poder encontrar un margen a lo que queremos transmitir cuando hablamos de cultura policial. Si nos adentramos en la antropología, podemos decir que este concepto nos remite a esas prácticas y hábitos que adquirimos de generación en generación. Hannerz (1996) afirma que, a pesar de la diversidad de conceptos de cultura, hay tres supuestos que la antropología intenta combinar:

  1. la cultura se aprende en la vida social
  2. la cultura está integrada de alguna manera
  3. la cultura es un sistema de significados diferentes en cada grupo y esos grupos pertenecen a un territorio.

Por todo ello, nos urgen estos interrogantes: ¿el concepto de cultura policial podemos considerarlo hoy como algo integrado y coherente?, ¿o solo como un fenómeno institucional?

La imagen de que el personal policial cuenta con contenidos culturales específicos, a mi modesto entender, arranca en los primeros estudios en profundidad sobre las instituciones policiales en la década del sesenta, en contextos de lengua inglesa, donde se interpretó que conocer la cultura policial resultaba central para entender el funcionamiento de la discrecionalidad policial (Westmarland 2008). William Westley llevó adelante un trabajo de investigación sobre la policía en los Estados Unidos en la década del cincuenta (publicada completa en 1970).

Esta investigación se basó en un estudio de caso sobre el departamento policial municipal de una ciudad industrial de más de 150.000 habitantes aproximadamente, en la que el autor realizó observaciones de participantes y entrevistas a policías (Westley 2010: 116).

El autor concluyó que el personal policial, en ese lugar, contaba con una población muy hostil, que veía a la policía como una institución que sembraba más dudas que certezas. Todo esto llevaba a los policías a agruparse con aislamiento y con secretismo como una forma de protegerse de esa mirada que tenían los habitantes de la ciudad respecto de ellos. Según Bittner (1967), el concepto que los policías desarrollan de su mandato incluye la idea del riesgo al que se encuentran permanentemente expuestos y de la posibilidad de sufrir violencia. De este modo, para llevar adelante su tarea, se valen de concepciones estigmatizantes de los habitantes.

Por todo ello, podemos apreciar los desafíos que dirigen los cimientos de la categoría cultura y las consecuencias que trae ese desafío en el trabajo policial, y las situaciones que permiten palpar y procesar sus límites. Contextualizar la labor policial en cuanto a cultura policial implica acompañar, aunque sea sintética y/o parcialmente, los avatares de la idea de cultura a la que hemos aludido más arriba.

No toda práctica policial se puede contextualizar en el marco de cultura policial. Reiner (2010) identifica varios rasgos centrales de la cultura policial:

  1. estado de sospecha constante
  2. moral conservadora
  3. aislamiento social externo, acompañado de una fuerte solidaridad interna.

Las investigaciones sociológicas sobre la policía se remiten a la cultura partiendo de la perspectiva de que las prácticas policiales no se encuentran en su totalidad determinadas por regulaciones legales. Bourdieu (2010), en su obra La distinción, habla de que las conductas de preferencia de los sujetos, por lo general referidas al gusto como una lección individual (pero reconocidas al mismo tiempo como relacionadas con la estratificación social), no lo estarían más que en los prejuicios del lenguaje común. La clase popular tiene gustos “populares”, mientras que los burgueses son “distinguidos”.

Según Bourdieu, a cada individuo en sociedad se le acredita una posición de clase que caracteriza el capital con el que se diferencian los sujetos. Siguiendo esta reflexión, nos preguntamos: ¿qué capital simbólico se le acredita a la labor policial cuando se habla de cultura policial? La utilización del marco teórico de Pierre Bourdieu denota centralidad de la agencia policial como intérpretes en la estructuración de sus entendimientos (prácticas y hábitos).

Y, si a esto le sumamos las ideas de “campo” (espacio determinado de la actividad social en el que confluyen ciertas relaciones sociales y que tiene sus propias reglas) y de “habitus” (sistema de disposiciones que integran experiencias pasadas y habilita a los individuos para hacer frente a una diversidad de situaciones imprevistas, esta paradoja del entendimiento cultural y las prácticas que llevan a adelante los policías en su labor parece determinar que, cuando se habla de cultura policial, se está haciendo referencia a la necesidad de justificar la imprevisibilidad del trabajo frente a la diversidad de acciones que suscitan en la labor policial, muchas veces imprevistas. Se deben ingeniar para poder dar solución a esos pedidos sociales. Todo ello se da con el fin de evitar cualquier influencia negativa que cosifique las rutinas del trabajo policial.

La prevención del delito, objetivo central para los medios de comunicación, la política y los mismos agentes de policía, parece estar anclada en una compleja serie de relaciones interpersonales y de mecanismos consuetudinarios que regulan la actividad policial. Esto no significa que se realicen por fuera de la ley, sino aprendiendo a utilizar la norma de determinadas maneras.

La función policial ocupa un lugar primordial en materia de seguridad ciudadana. Por ello, la legitimidad y eficacia de las actuaciones de estos funcionarios son esenciales para promover la seguridad, la justicia y los derechos humanos en sociedades democráticas. La función policial es indispensable en la administración del estado; es un instrumento de intervención social en la relación estado-sociedad. El trabajo policial, es en sí, un término de significación impulsada por una serie de variables, donde se incluyen políticas públicas, factores culturales y económicos.

Las diferentes concepciones sobre la labor policial se deben a que no son tarea común las actividades que desarrollan, pero sobre todo a que se encuentran muy vinculadas con las características sociopolíticas y culturales de cada sociedad. Los agentes policiales no son algo externo a la sociedad, sino todo lo contrario: son parte de la sociedad. A pesar de ello, podemos encontrar definiciones que nos ayuden a clarificar qué se quiere decir cuando hablamos de cultura policial. Pensar que la institución policial cuenta con una cultura organizacional que se nutre de sus propias prácticas y saberes (que, a la vez, los hace pensar y sentir de una manera diferente a sus integrantes) no es más que seguir anclado en una “doxa de la verdad policial”, que no acepta ser definida ni disputada. Los funcionarios policiales deben construir una imagen pública caracterizada por la eficiencia, la excitación y el peligro. Son los cazadores de delincuentes y luchadores contra el delito. Si bien la sociedad les exige detenciones y prevención del delito más dramáticos, es esta misma demanda que al policía lo hace distorsionar criterios de promoción entre el éxito y la seguridad que brindan (Bourdieu, 2010).

El campo de la función policial, como cualquier otro campo, es un espacio social de conflictos y de competencias, estructurado por jerarquías de premios (capital) y de sanciones (capital negativo).

El campo de la labor policial se desarrolla en una posición subordinada o dominada dentro del campo del poder; es una labor con prestigios relativamente bajo en términos de (capital económico), pero goza de un alto nivel de apoyo público y de los gobiernos (capital político y simbólico).

El trabajo policial es netamente político: es una fuerza creada y sostenida por procesos políticos para imponer pensamientos dominantes a cerca del orden público. Por todo esto, la cuestión de la cultura policial como determinante de representaciones y de prácticas pasó a relativizarse; al ampliarse las indagaciones, se comenzaron a evidenciar las continuidades entre la cultura policial y la cultura general, a la vez que se puede observar cómo prevalece, en sus modos y en sus prácticas, la impronta militar que se expresa y se integra, en la actualidad, en las agencias policiales como, por ejemplo, ciertos sentidos específicos del sacrificio y del heroísmo (Garriga Zucal, 2017).

Conclusión

Esta breve revisión bibliográfica sobre el concepto de cultura policial me llevó a comprender que los estudios sociológicos sobre la policía comenzaron en la década del sesenta con la ruptura epistemológica dentro de la sociología de la desviación, que llevó a correr el foco de atención de los delincuentes y de las causas de la delincuencia a los procesos de criminalización y a las instituciones encargadas de estos (Poder Judicial, instituciones políticas y policiales), si bien los trabajos sociológicos, a mi modesto entender, abordan el concepto de “cultura policial” de forma aislada con respecto al contexto social, legal, político y organizacional en que vivimos. Esta idea de conceptualización como un todo poderoso, homogéneo, y hasta determinista, deja un margen muy pequeño para pensar un cambio cultural en el interior de la fuerza policial.

Si bien la institución policial requiere nuevas transformaciones de acuerdo a los tiempos en que vivimos actualmente, me queda muy claro que el uso del término “cultura” es muy ambiguo, muy precoz. Y lo es mucho más si ubicamos la labor policial dentro de un universo estructurado con una doble vida: la labor policial pareciera contar con argumentos sólidos cuando solo se nutre de entendimientos propios de su labor (objetividad). Pero no busca soltar que ese entendimiento, a su vez, sea una manera de interpretar la realidad de sus prácticas y de sus hábitos, como herramienta de aprendizaje rutinario que solo en el día a día se puede aprender (subjetividad).

Bibliografía

  • Bourdieu, P. (2010). El sentido social del gusto. Elementos para una sociología de la cultura. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
  • Garriga Zucal, J. (2017) (ed). Sobre el sacrificio, el heroísmo y la violencia. Aportes para la comprensión de las lógicas de acción de las fuerzas de seguridad. Buenos Aires: Octubre.
  • Hannerz, U. (1996). Conexiones transnacionales, Madrid, Cátedra.
  • Bittner, E. (1967). “The police on skid-row: a study of peace keeping”. American Sociological Review, Vol. 33, N.o 5.
  • Reiner, R. (2010). “Revisiting the classics: Three Seminal Founders of the Study of Policing: Michael Banton, Jerome Skolnik and Egon Bittner”. Policing and Society, Vol. 25, N.o 3: 308-327
  • Westmarland, L. (2010). Police Cultures. En T. Newburn (Ed.) Handbook of Policing (2nd ed.). Cullompton, Devon: Willan Publishing.
  • Westley, W. (2010). Violencia y policía. Revista Delito y Sociedad, vol. 19, nº 30.
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