El día 2 de diciembre del corriente año, a las 18.30 h, la Casa de Santa Cruz abrió sus puertas en la calle 25 de mayo N.º 279, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En este marco, los/as trabajadores/as del lugar se ocuparon de engalanar la noche promoviendo el federalismo, cultura y turismo que identifica a Santa Cruz. En esta dirección, el objetivo es describir, a grandes rasgos, algunos registros que se desarrollaron en el transcurso de la noche, preferentemente con relación a todo lo que hace su cultura. Es por ello que es necesario introducir qué entendemos por cultura, para así poder describir ciertos hábitos y prácticas culturales que se llevaron a cabo. El director de la casa, Andrés La Blunda, explicó las actividades que se llevarían a cabo; reconoció el trabajo del personal con relación al evento, y de forma general trasmitió el saludo de la primera mandataria provincial, la Dra. Alicia Kirchner, a los presentes. Seguidamente, invitó a recorrer los espacios diagramados para la ocasión. Entonces, el concepto de cultura, para las ciencias sociales y humanidades, designa diferentes prácticas y estilo de vida. Describe también los procesos de significación, es decir, la producción, articulación y representación de sentidos en torno a esas prácticas y formas de vida. Nos proponemos pensar la cultura como una construcción social que no es resultado de procesos naturales ni puede entenderse por fuera de la acción humana. Son los hombres y las mujeres los que, en sus prácticas cotidianas, construyen colectivamente cultura. Los/as santacruceños/as no son la excepción.
Durante la jornada, se pudo observar un palco con artistas musicales (todos oriundos de la provincia de Santa Cruz). La música, las comidas, las bebidas y canciones describían ciertas cotidianeidades de sus pueblos. Entonces, podemos decir que la cultura en Santa Cruz es acción. Es acción humana y material, simbólica y personal, colectiva, histórica y sensible. Su cultura, entonces, parece no ser estática ni singular. Esto nos lleva a pensar su cultura en términos de prácticas culturales, que se verifican también en las relaciones sociales y en los artefactos culturales que cada sociedad particular desarrolla en el tiempo. Su producción de alimento, el trabajo, la educación suponen relaciones entre los santacruceños que constituyen su sociedad.
Todos esos registros tradicionales que se pudieron observar en la gala constantemente demostraron esas acciones cotidianas que en esa provincia organizan los sentidos que guían sus vidas. Tanto sus prácticas culturales como sus relaciones sociales cargan sentidos que no pueden comprenderse por fuera de los contextos históricos y sociales en que se producen. Todos esos sentidos expuestos por los santacruceños habilitan y clausuran determinados modos de hacer, ver, sentir, decir y ser en sociedad. A su vez, configuran convenciones y modelos que regulan las prácticas e implican también representaciones. Estos ejemplos que se pudieron registrar fueron sus costumbres, sus valores, sus creencias, sus hábitos, etc. De este modo, en la provincia de Santa Cruz, la cultura funciona como una dimensión omnipresente de las prácticas y de sus relaciones sociales.
Muchas veces solemos escuchar o leer que existe una relación lineal entre cultura y el cultivo de algún saber. Por lo general, ese saber suele estar relacionado con el mundo de la educación formal (los libros, la academia, los sabios etc.), y aparece también como una práctica guiada exclusivamente por la voluntad de los sujetos sin preguntarse por las desigualdades de acceso a libros, educación etc.
En este sentido, la forma de entender la cultura de esa provincia incide en la vida cotidiana santacruceña, y genera, habilita, acepta y promueve inclusión. Por otro lado, autoriza, reconoce y legitima a determinados enunciadores por sobre otros, para definir qué practicas han de ser consideradas culturales, cada una más estimable y valiosa que la otra. Sin embargo, tal como señalamos anteriormente, esas convenciones del sentido común fortalecen el proceso cultural santacruceño, y da claridad a determinados fenómenos concretos.
Ahora bien: no es necesario ser antropólogo o sociólogo para constatar que existe una amplia heterogeneidad de costumbres o prácticas cotidianas en el territorio santacruceño. Sus reglas de conductas, sus relatos místicos, sus rituales alimentarios, su vestimenta, sus reglas comunicativas y cualquier otro elemento cultural da entidad a sus pueblos. Resulta preciso preguntarse quizás si el concepto cultura santacruceño tiene alguna referencia y alguna productividad conceptual, metodológica y política, aun cuando es difícil precisar todas sus características. Mas allá de todo lo expuesto hasta aquí, la fiesta de las casas provinciales no es más que un evento que fortalece vínculos, prácticas y hábitos que identifican a cada territorio de nuestro país. Porque cultura es arte, es esperanza, es soñar y compartir, es incluir. Todo aquello que hemos aprendido, que hemos descubierto y que nos conforma como santacruceños constituye una dotación de recursos culturales de los que podemos valernos.