Políticas del cuidado versus Derecho laboral, desde la perspectiva de la seguridad ciudadana

La Seguridad: Cuando se habla de seguridad parece ser que todos entienden de que se trata. Que un ciudadano se sienta con mínimos riesgos, es decir en y con seguridad en su vida cotidiana es algo difícil de lograr en estos tiempos, porque la sociedad en la que vivimos está atravesada por la violencia, y sus implicancias presenta ribetes relacionadas en cuestiones emparentadas a problemas económicos, sociales, educativos, etc. Sin embargo, la inseguridad es un tema técnico-científico complejo que amerita un abordaje de diversos actores de la comunidad, porque es unes una cuestión multiagencial, cuyo actor principal es el Estado, porque es quien tiene el poder de decidir los asuntos de forma y de fondo.

Existe la creencia que la policía es la principal responsable de la seguridad (o de la inseguridad), pero la mayoría de los autores más especializados sostienen  que ésta es solo el brazo duro del Estado, y que es solo un mínima porción de la intentona de trabajar en la prevención del delito, en preservar el orden, la paz social, la protección de vidas y bienes. Pero si decidimos entender a la policía como actor necesario en el abordaje de la problemática, una policía sin capacitación, anclada en reglamentos militarizados, en la contemporaneidad es sinónimo de antigüedad que derrama fragancia a naftalina y que en nada colabora con los problemas actuales.   

Definitivamente el poder de policía es propio de los Estados nacionales contemporáneos. Incluye el establecimiento y ejercicio de autoridad, la regulación de la vida y la administración de las poblaciones. Parte de ese poder -con sus variaciones históricas y locales- se transfiere a la institución policial y a las fuerzas de seguridad, ¿Su función? Garantizar el “orden social” a través del control, la vigilancia, la asistencia al poder judicial –en particular cuando se trata de investigar- y la posibilidad de ejercer la violencia. En esa transferencia se distingue el poder de policía del Estado del poder policial de las fuerzas de seguridad. Un poder de amplio alcance nacional aun cuando presenta perfiles locales diferenciados. Un poder que, en nuestra historia, cuenta con demasiados ejemplos de actuaciones represivas -muchas veces ilegales-. No es una novedad decir que la violencia y la seguridad se distribuyen de manera desigual: con demasiada frecuencia, las fuerzas de seguridad controlan a las clases populares mientras protegen -¿cuidan?- a los grupos más acomodados. 

La función policial y el vínculo familiar

Hay una perspectiva interesante de abordar, es aquella que plantea la problemática existencial del policía como sujeto que debe cumplir con su deber garantizando los derechos y garantías del ciudadano, siendo objeto de muchas restricciones y de ejercer sus propios derechos, lo que en muchos casos originan dificultades y hasta el alejamiento de sus vínculos personales. El trabajo policial es una actividad sacrificada, que exige dedicación, esfuerzo personal, físico y mental, nos demanda tiempo extra, cambios de hábitos continuos, situaciones de estrés emocional y mala alimentación. Dicho esto parece ser que difícilmente se pueda mantener el eje y disfrutar plenamente de los vínculos familiares y la vida social. En los últimos años se han generado algunos cambios estructurales para el beneficio del trabajador policial, como ser las 8 horas laborales diarias, dejar el cumplimiento de sanciones disciplinarias, el ordenamiento establecido en la Leyes de Seguridad Publica, la incorporación, el reconocimiento y la igualdad de oportunidades de la mujer policía, los beneficios en la reglamentación de licencias, la capacitación permanente y otras cuestiones que suman en favor del policía como integrante de esta sociedad. Seguramente faltan muchas cosas más por hacer sobre todo en temas relacionados a la modernización y actualización tecnológica, la provisión de indumentaria y elementos de seguridad, el bienestar en salud y familia. Entendiéndose al cuidado del sujeto policía, como a esa acción humana en donde la inmortalidad no tiene razón de ser. “todos necesitamos ser cuidados, pero no todos estamos dispuestos a brindar cuidados” (Eleonor Faur y Francisca Pereyra, 2002). Sin embargo, algunas de las discusiones más profundas en torno al cuidado lo comprenden como una disposición que, lejos de ser instintiva o “natural”, se aprende, se practica y se perfecciona en su mismo ejercicio. Se trata de una actividad que incluye cuidados físicos, emocionales y sociales, indispensables para el bienestar humano en la medida que permiten mantener y reparar nuestra propia vida, nuestros vínculos y nuestro entorno. Si hilamos más fino, cuidar a otro no implica acallar su subjetividad ni negar sus derechos. Por el contrario, es en el reconocimiento del otro en donde se construye una ética que va más allá de la actividad material (alimentar, educar o bañar a alguien) para ingresar en un entorno de sentidos e interacciones más sutiles. Ese ejercicio que garantiza y al mismo tiempo supera el sostenimiento de cuerpos, para otorgar un plus de dignidad a los sujetos.

REFERENCIA
  • Faur, Eleonor y Francisca Pereyra (2018) «Gramáticas del cuidado», en Piovani, J. I. y Salvia, A. 2018, La Argentina del siglo XXI. Buenos Aires. Siglo XXI editores.
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