Por Licenciado Ortigoza Adrián
Introducción
En el marco de los contenidos del programa del presente seminario, ha resultado de mucho interés sostener ciertas reflexiones de suma importancia respecto de la formación propuesta por esta carrera de posgrado, al punto de invitar a los estudiantes a repensar las zonas de tangencia entre lo social y lo literario. A raíz de ello, tendremos el objetivo de recorrer el entramado teórico que el seminario propone, a los efectos de describir de qué manera se imbrican lo social y lo literario en marco del campo literario bourdieusiano.
Resulta una perspectiva muy interesante de explorar el hecho de analizar lo literario como un fenómeno social en el que participan múltiples actores, además del escritor (sino también el lector, el crítico, el agente literario, el editor, etc.), y de cuestionar sobre la inscripción en la obra de cualquier tipo de factor social.
Cabe decir orgullosamente que Argentina ha producido literatos de renombre. A lo largo de muchos años, distintos autores han hecho explícito, ejerciendo su oficio, un contexto social cargado de subjetividades. Y han ilustrado escenarios que narran estructuras sociales y culturales en las diferentes circunstancias histórico-geográficas que han vivido. A partir de esto, exponer aquí distintos enfoques de notables autores (tales como Bourdieu, Casanova, Moretti, Sarlo, y otros) ha resultado crucial para reflexionar sobre aquellos aportes que se explican desde estos dos campos tan vastos, como lo son la literatura y la sociología.
Luego de esta sucinta introducción, se procederá a desarrollar el presente trabajo monográfico, teniendo como norte el siguiente objetivo general: contrastar la producción literaria argentina respecto del contexto social imperante de algunos autores argentinos más representativos y su aporte al campo literario nacional.
La razón de ser del ánimo de contrastar lo social con lo literario no es una invención caprichosa, sino el resultado de un proceso de repensar las obras literarias en un contexto, en un campo, y analizar cómo se configura esa relación teórica. Veamos:
¿Qué consideramos frontera entre sociología y literatura?
Comenzando con el derrotero teórico de la sociología de la literatura, conviene centrarse en dos autores principales que convergen en el terreno de esta disciplina: por un lado, Gisele Sapiro, que sostiene que “la sociología de la literatura ha tenido que vencer la resistencia a la objetivación basada en la creencia en la naturaleza indeterminada y singular de las obras literarias. Demasiado ‘sociológica’ para los literatos y demasiado ‘literaria’ para los sociólogos…” (Sapiro, 2016:15). La autora, tácitamente, da cuenta de que la sociología de la literatura no se asienta en una base de institucionalización pese a la contundencia de las obras literarias producidas. Y es que la dinámica social — desde una visión histórica— ha dejado expresiones literarias que cuentan y detallan situaciones particulares y generales. Sapiro, considera como relevantes, en este contexto, los “análisis de documentos, estudio del contenido de las obras y/o de las críticas” (p. 16). Intenta superar esa dicotomía entre el análisis interno y análisis externo de los fenómenos literarios en un escenario social, así como comprender las elecciones artísticas de los individuos y los principios que las rigen. Estos se vinculan con el espacio de posibles (repertorio de géneros, modelos, estrategias, etc.) y, a la par de ello, con el espacio donde transcurren los discursos sociales. Por otro lado, el gran autor al que adscribe Gisele Sapiro es Pierre Bourdieu, pues este hace evidente el concepto de campo (tan útil para comprender la sociología de la literatura, como alternativa a otras perspectivas o abordajes de análisis) como un conjunto de relaciones de fuerza entre agentes o instituciones, en la lucha por formas específicas de dominio y monopolio de un tipo de capital eficiente en este (Bourdieu, 1992). Con base en esta teoría, Sapiro reafirma las directrices sociales que podrían servir de contexto a los escritores. Estos materializan, en la producción de su obra, algunos hechos sociales en relación con el espacio de representaciones y discursos sociales que se van configurando en ese mismo contexto que ellos habitan.
Encontrar y enunciar una respuesta a la pregunta que encabeza este apartado nos lleva, en primer lugar, a esbozar estos conceptos: sociología y literatura. Desde la primera, considero apropiado definir qué es un hecho social, pues implica remitirnos a la teoría propuesta por Emile Durkheim y a su reconocida obra: Las reglas del método sociológico. Él considera que “un hecho social se reconoce en el poder de coerción externa que ejerce o es susceptible de ejercer sobre los individuos; y la presencia de este poder se reconoce a su vez, ya por la existencia de alguna sanción determinada, ya por la resistencia que el hecho opone a toda empresa individual que tienda a violarla” (Durkheim, 1987). A partir de ello, asumimos que contamos con un sistema de signos implícitos en un hecho social, signos que pertenecen a un universo simbólico que se pone en marcha a la hora de expresar un pensamiento y que a su vez perfilan maneras de obrar, de pensar y de sentir. Es decir que, en un hecho social, hay una importante propiedad de existir, con independencia de las conciencias individuales y, a su vez, con independencia de otras subjetividades. Allí, en ese escenario teórico, podemos pensar a los autores literarios argentinos Domingo Faustino Sarmiento, José Hernández, Eduardo Mallea, y muchos más.
En cuanto a la literatura, podríamos inquirir en muchos puntos de interés. Definamos, en primer lugar, las expresiones obra literaria y hecho literario.
Una obra literaria es una creación que transmite una intención comunicativa de su autor con ciertos fines. Estas obras suelen narrar una historia, ya sea en primera persona o en tercera, con un argumento. Se utilizan diversos recursos literarios vinculados con su época. El correlato de esta acción se encuentra en la comprehensión de la obra, en términos de Román Ingarden (2005), para enfatizar acciones implícitas como reconocer o distinguir de qué se trata la intención comunicativa del autor. De aquí surge otro concepto para reflexionar a la luz de la presente monografía: el hecho literario. Este hecho debiera concebirse en relación con la función que se le puede atribuir a la pieza literaria. Lo que es un hecho literario para una época será un fenómeno lingüístico dependiente de la vida social para otra y, viceversa, según el sistema literario con referencia al cual se sitúa (Tinianov, 2009).
Una vez dicho esto, será oportuno atravesar el ejercicio intelectual de encontrar la zona de frontera en el terreno de las teorías. Sin duda, se requiere una aproximación sociológica para identificar estos factores y los mecanismos de producción de la literatura, además de sus jerarquías específicas (Casanova, 2001). Y es que la obra literaria hay que entenderla dentro de una época, de una geografía y una historia, y claro está, de una sociedad, ¿Por qué? Porque un autor escribe inmerso en un contexto social, y es difícil entenderlo al margen de él. No se pierde de vista tampoco esa comprensión a la que alude Román Ingarden, pues una obra va dirigida a un público, que puede ser mayoritario o minoritario. Esta dimensión mayoritaria o minoritaria es importante, pues una obra literaria es igualmente un producto con una dimensión comercial, por ejemplo. Y, como cualquier producto, tiene pretensiones.
Enfocar esta última dimensión ilustra significativamente esa arista sociológica de la literatura, esa imbricación que intento exhibir aquí. Pero no es la única y exclusiva forma en que la sociología y la literatura están sometidas a un interjuego en un campo bourdieusiano.
En este mismo sentido, se ha escrito: “Abordar históricamente la cuestión del autor obliga a plantear la perspectiva del sujeto y su relación con estructuras tran-subjeti
vas: las clases sociales” (Altamirano y Sarlo, 1983). Es decir, un contexto en el que se produce una obra, el componente cultural, se encuentra presente. “El comportamiento profundamente social no puede librarse de la determinación colectiva y, en consecuencia, queda señalado ese carácter en la escritura y la producción de bienes culturales” (Altamirano y Sarlo, 1983).
Si el hilo argumental esbozado hasta acá nos lleva a cuestionarnos cómo se realiza la producción cultural por medio de los hechos literarios, propongo apelar a las distinciones que al respecto hace Moretti cuando explica los modelos de evolución (vale decir, en ondas y árboles, procesos por los cuales se explica, con base en la historia, la producción literaria en un contexto) (Moretti, 2000).
Profundicemos un poco más en el concepto de campo desarrollado por el Sociólogo Pierre Bourdieu, ubicando el foco en el campo intelectual de la literatura argentina. En nuestro país, las obras de este autor predominaron o se visibilizaron con masividad en los años noventa. Esto impactó enormemente en las ciencias sociales argentinas. Es así como se convirtieron en un campo propicio para los trabajos de investigación centrados en esas inspiraciones bourdieusianas.
En la sociología argentina, Bourdieu ocupa un lugar importante, pero no dominante . Claramente, su valor no es el mismo que se le da en Francia. En nuestro país, las luchas sobre su legado se dan bastante a destiempo. En cuanto a la importancia de campo, si se le pregunta a un francés por qué se siente ferviente admirador del sociólogo Bourdieu, seguramente responderá que lo es desde que conoció su obra La distinción, con la cual comprendió toda su obra. En nuestro país, esto parece no decir nada. Más allá de que, a mi modesto entender, el autor en esta obra no hace introducción de cómo debe ser leído su trabajo y se mete de lleno en lo que quiere analizar, nos ofrece una postura sustancialista pensada desde eso que demandan los fenómenos sociales de una sociedad, fenómenos que cuentan con movilidad social y con clase propia.
De esta forma, a la interpretación empírica de las relaciones observadas hasta acá, bajo la apariencia de un campo entendido como un espacio de producción que presenta altibajos en su temporalidad, es importante sumarle lo que sostiene Martín Colorado (2017) con relación a Giselle Sapiro, una de las figuras más reconocidas en el campo de los estudios literarios relacionados con la sociología de la literatura. Sus trabajos son claramente una continuidad de las investigaciones realizadas y propuestas por Pierre Bourdieu, que da sentido a entender la producción y publicación de su obra La sociología de la literatura. Y, como necesitamos seguir profundizando en el campo de la sociología de la literatura en nuestro país, traemos lo desarrollado por la autora en cuestión, ya que ella expone unos ejemplos metodológicos que nos ayudan a pensar sobre los principios generales y nociones principales respecto de los estudios literarios. Se observa que, durante toda su obra, la autora se ocupa de establecer un diálogo entre los pensamientos de Bourdieu y de otros teóricos. (Aunque su debilidad por la teoría de campo queda muy evidenciada). Entiendo que esto la conduce a delimitar su mirada a la hora de abordar el fenómeno literario, ya que pensar en una sola teoría o en un único concepto no podría ser fructífero o enriquecedor para interpelar al campo literario, muchos menos en Argentina, donde este campo no está muy desmenuzado y con autores pocos comprometidos entre sí. Si bien se nos dice que necesitamos una metodología que requiere una elaboración de esquemas y matrices que contemplen diferentes variables y el resultado de todo ello, se nos daría la posibilidad de comprender la calidad del capital social en el interior del campo literario. Si bien no es este el contexto para explicar de forma exhaustiva sus supuestos teóricos, sí podemos atrevernos a decir que Sapiro piensa el campo literario como un campo poco estructurado, donde la relación campo teórico-científico-literatura necesita creatividad en sus producciones, para que los escritos editados y publicados reflejen originalidad. Así, podrá materializarse una serie de mediaciones que le otorga el lector al autor (y que pone en valor) una cultura de una sociedad determinada y sus obras en general.
La literatura argentina en la sociología de la literatura
Sin ánimo de alejarnos del concepto de campo de Pierre Bourdieu, los estudios literarios en Argentina han permitido (y permiten) comprender de mejor manera los hechos literarios más nombrados. Debemos tener en cuenta que la teoría del campo (literario, para este caso) nos remite a tomar una dimensión sistémica de la aproximación estructural. El campo, para este caso, podríamos considerarlo como una unidad definida por un conjunto de relaciones, donde participan varios actores y refuerzan su dimensión histórica (es decir, un contexto).
Suponiéndonos detenidos en la frontera entre sociología y literatura con una mirada rasante sobre sus vastas extensiones, podríamos enunciar que la sociología puede aportar una mirada que contribuya a la comprehensión de las lógicas de espacio de prácticas/actividades, desde distintas teorías que piensan la acción como socialmente determinada. Este supuesto de la sociología permite interrogar de un modo más pragmático en aquellos contextos marcados por la idea de acciones libres e indeterminadas. Pero habilita, al mismo tiempo, explorar los márgenes de innovación que encuentran y producen los propios agentes. Y, a la inversa, la literatura proporciona problemas de gran interés para la sociología, ya que este universo de prácticas presenta un terreno privilegiado para observar la conflictiva articulación entre la agencia y la estructura. Ergo, tener a Sapiro y a Bourdieu como parámetros nos involucra en una reflexión con base en lo objetivo y en lo subjetivo, en lo simbólico y en lo material, como elementos indisolubles de valoración.
A continuación, se tomarán tres autores argentinos representativos, a los fines de reflexionar de manera muy breve sobre su producción en este campo:
El protagonista del Martín Fierro de José Hernández (1834-1886) es un personaje bien presentado, vívido, dinámico, esquivo de las prisiones, un ser probable y problemático. En este caso, el poema arroja luz sobre las ideas políticas del momento, a lo que el autor hace referencia no solo en el Martín Fierro, sino también a través de los artículos en el periódico por él fundado: El Río de la Plata. Hernández plasma en el poema, cual ilustración, su propio pensamiento. Es sumamente necesario que una obra literaria no sea separada de un mensaje proveniente de un contexto, ni que se pretenda la negación del hecho sociológico en el que estaba inmerso. Hernández (por tomar un ejemplo concreto) enfatiza la libertad como valor supremo en un medio hostil donde Sarmiento y/o Avellaneda son los actores centrales de la escena política en la que Hernández se siente afectado:
Mi gloria es vivir tan libre
como el pájaro en el cielo.
No hago nido en este suelo
ande hay tanto que sufrir;
y naides me ha de seguir
cuando yo remonte el vuelo.(Hernández (v.16)
Se diría que, inconscientemente, hay una circunstancia que queda evidenciada, de una relación de causa-efecto en la composición de los versos. Según Cincotta (1976):
Hernández, como periodista militante, menea fuego contra los atropellos de las tropas porteñas en el interior del país. Las líneas políticas surgen nítidas. Por un lado, la política de Buenos Aires, fuerte y avasallante, respaldada por el dinero de Aduana, capacitada para intervenir militarmente en el interior y destruir todos los focos locales que se le podían oponer hasta lograr la centralización política y económica en nombre de los intereses de la nación.
En lo que respecta a José Hernández y a la literatura argentina, lo principal, por un lado, es el poema (como hecho literario) y, por el otro, el periodismo (que marca la vida del autor), además de las intervenciones parlamentarias (que influyen en la personalidad del autor, que caracteriza su obra). Desde el punto de vista de Bourdieu, es esencial atender la noción de campo para comprender el microcosmos en el que se producen obras culturales y estudiar las relaciones que sostiene cada autor o institución con los demás. El campo vendría a ser el espacio en el que se enmarcan estas relaciones. En este ámbito se engendran las estrategias de los productores, la forma de arte que preconizan, las alianzas que sellan, las obras literarias que emergen, las escuelas que fundan, etc. Según el análisis que podríamos tomar de Sapiro, las condiciones sociales de producción literaria dependen de la relación entre la literatura y el poder político, lo económico y lo religioso, además de depender de la condición y organización del oficio y del funcionamiento de las instituciones.
Dejando de lado la referencia a José Hernández, resulta sumamente interesante abarcar otro autor argentino: Domingo Faustino Sarmiento. Este docente y político es ferozmente atacado y condenado por sus ideas de civilización y barbarie.
Sarmiento escribe Facundo, Civilización y Barbarie, con el fin de escribir una biografía del caudillo Riojano Juan Facundo Quiroga. Pero no solo destaca esto, sino que expone una compleja trama política que convulsionó a la Argentina durante la segunda mitad del siglo XIX.
Facundo no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política y revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha pasado a este otro molde, más acabado, más perfecto; y lo que en él era solo instinto, iniciación, tendencia, convirtiose en Rosas en sistema, efecto y fin.
(Sarmiento, 1845)
Facundo denuncia el atraso (a juicio del autor) de lo que significa el régimen rosista. Sarmiento hace uso de la literatura y justifica concienzudamente aquellos factores incidentes en la realidad. Hay una zona de tangencia bastante llana entre la literatura y los hechos sociales de mediados del siglo XIX. Tal como sostiene Ricardo Piglia:
Si Sarmiento se excede en su pasión, un poco salvaje, por la cultura, es porque para él conocer es comparar. Todo adquiere sentido si es posible reconstruir las analogías entre lo que se quiere explicar y otra cosa que ya está juzgada y escrita. Para Sarmiento, saber es descifrar el secreto de las analogías: la semejanza es la forma misteriosa, invisible que hace visible el sentido.
(Piglia, 2012)
Podríamos admitir que la literatura, para Sarmiento, fue un elemento de combate y, lejos de la simple idea de transmitir un mensaje determinado por medio de algún estilo literario, se transformó en una exhaustiva búsqueda argumentativa, de acuerdo con las ideologías enfrentadas en esa lucha por la construcción nacional. Con esto recuperamos el concepto de campo de Bourdieu, espacio relacional caracterizado como un mundo relativamente autónomo con uso de reglas y de una lógica propia, porque enfatiza los agentes y objetos que pueden entrar allí. Los agentes (o literatos) que forman el campo (clases, grupos, instituciones con las que se relacionan) presionan dentro de aquel para mantener la red de relaciones o para cambiarlo. Este es el argumento que permiten describir los campos, tal como los define Bourdieu: entidades intemporales y cambiantes.
Finalmente, un autor interesante de estudiar en el marco de este trabajo monográfico (para visibilizar el interjuego de la literatura con la sociología) es el autor argentino Eduardo Mallea. Tal vez tiene que ver, en primer lugar, con la distancia temporal entre Hernández y Sarmiento y, en segundo lugar, con que Mallea resulta ser un autor ocupado (y preocupado) por nuestro país. Su libro Historia de una pasión argentina nace de una profunda angustia por el destino de la Argentina. Esta ya es una buena base argumentativa para seguir analizando y estudiando a Mallea. El autor siente una preocupación relevante al ver a un país sin rumbo, o bien que ha equivocado el rumbo (según su apreciación) de su destino al no profundizar sus raíces espirituales y culturales. Señala: “Contra ese desaliento me alzo, toco la piel de mi tierra, su temperatura, estoy al acecho de los movimientos mínimos de su conciencia, examino sus gestos, sus reflejos, sus propensiones…”. (Mallea, 1961, p. 15).
Hay un contexto sociopolítico preocupante para el autor. Nuevamente se tocan estos dos ámbitos: lo literario y lo sociológico. Estos se ven cristalizados en el libro de Eduardo Mallea citado anteriormente. Es posible plantear un análisis acerca de la gestión de ese capital (retomando los conceptos de Bourdieu): “Esto permite entender que los vínculos de los escritores y sus obras con los discursos nacionalistas, las reivindicaciones identitarias o las experimentaciones formales responden a estrategias para ocupar determinadas posiciones en el campo literario” (Sapiro, 2016). Por último, la sociología de la recepción se enfoca principalmente en las interpretaciones y apropiaciones del texto realizadas por los lectores, además de en la lectura como un proceso mediatizado por las diferentes formas materiales en las que se presenta la obra, la acogida por parte de los críticos u otras instituciones, y los modos de apropiación, que dependen de las propiedades sociales de los públicos que se permiten interactuar.
Por último, el proceso de análisis de las obras culturales consiste en la correspondencia entre dos estructuras homólogas, la estructura de las obras (géneros, formas, estilos, temas) y la estructura del campo literario. La razón por la que se producen cambios en la cultura (por ejemplo, en los estudios literarios) reside, según Bourdieu, en los conflictos que surgen de los campos de producción correspondientes. Estas luchas pretenden conservar (o transformar) la relación de fuerzas instituida. Las estrategias de los agentes (o autores, en este caso) y de las instituciones en este plano de tensión —es decir, sus tomas de posición tanto específicas, como podrían ser las estilísticas, como las no específicas como las políticas— dependen de la posición que ocupen en la estructura del campo, en la distribución de lo que él llama capital simbólico específico que, por mediación de las disposiciones constitutivas de su habitus, impulsa a conservar y/o transformar la estructura de esa distribución.
De acuerdo a todo lo expuesto hasta aquí, resulta interesante sumar el estudio del autor José Luis de Diego, quien se ha detenido a analizar aspectos teóricos y críticos sobre el mercado editorial en América Latina. Su análisis no solamente se detuvo en cuestiones políticas, sino también en aspectos culturales, y llegó hasta la figura del intelectual. Todo ellos fueron desarrollados por el autor entre 2009 y 2014. Eran originalmente ponencias, publicaciones en revistas y libros, obras que después fueron ampliadas o adaptadas en una misma publicación. En este sentido, en sus libros se discuten conceptos, se regula información, se exponen trabajos críticos, se argumenta con estudios de casos, sentando las bases para nuevos análisis del mundo editorial. Es así como De Diego promueve preguntas que nos permiten la mirada sobre nuevos objetos de investigación. Sostiene que, en los últimos treinta años, el mercado editorial argentino se caracterizó por la enorme concentración de empresas editoriales. Sin embargo, para el autor no abundan estudios críticos sobre el tema. Y es por eso por lo que se pregunta hasta qué lugar la presencia de un editor establece la política editorial de una empresa, o hasta qué lugar es la empresa la que condiciona las decisiones de ese editor.
Conclusión
Reflexionar sobre literatura y sociología basados en los supuestos conceptuales del campo bourdieusiano no resulta una empresa simple. Pero quiero detenerme en algunas consideraciones que los citados autores legaron a la constitución del campo literario argentino.
Eduardo Mallea y su obra se caracteriza por la vehemencia de una personalidad que vive de la pasión por encontrar la sustancia de la cultura argentina que marque el rumbo del país en tiempos turbulentos y faltos de claridad. Esta es su visión y su preocupación, y este es el escenario de tensión que describe. En sus líneas, Mallea pone en evidencia complejidades que ilustra a través de los diferentes rostros e imágenes que le describen al lector los actores sociales que aparecen en los relatos y que manifiestan caracteres, personalidades y modos de ser parecidos. Casi todos ellos son seres solitarios, introspectivos, taciturnos, con escasa capacidad para la comunicación fluida con los otros. Entonces, esta literatura que refleja hechos sociales (que a su vez resulta en un producto cultural, social y mercantil) se inscribe en un contexto analítico, pues alcanzó repercusión mundial a partir de las traducciones de sus libros al inglés, francés, alemán, italiano y portugués, entre otros idiomas. A partir de ello, la crítica literaria mundial se hizo eco de la importancia, estilo y destino de la obra de Mallea. Definitivamente, las obras literarias encierran a veces descripciones de la realidad social que les es contemporánea. Más aún: la literatura no solamente es un documento para la sociología, sino que se convierte en sociología propiamente tal, en la medida en que es reflexión sobre la sociedad, sobre la situación que rodea al hombre en la sociedad, o sobre su propia condición en la sociedad. Y este es el aporte de Mallea al campo de la literatura nacional.
Parece ser que un escritor debe, de algún modo, estructurar literariamente la realidad y destinos del lugar que habita, desde el punto de vista de la misma comunidad, como si encarnara una actitud militante, partidista, al servicio de ese contexto histórico-geográfico. José Hernández es un claro ejemplo de ello. Pone el esfuerzo de sus versos al servicio de los ideales, de las causas que considera justas. Grafica su postura política militante, que lo define, además, como un actor político. Su gran mérito fue el de llevar a la literatura la figura del gaucho argentino describiendo su vida en primera persona, con sus propias palabras, inmerso en su propio espíritu. En ese gaucho posiciona la encarnación del coraje y de una vida íntegra e independiente. Su mensaje social, que confronta con lo político, lo posiciona en aquel campo donde los imperativos ideológicos del momento marcaban el rumbo y contexto en que se debían mover las condiciones de producción que remitían a la profesionalización de la actividad. Sin duda, fue un gran autor que dejó huellas en la literatura nacional, aun cuando se quiere desprestigiar su criterio generacional. Dicho esto, ¿qué podemos apreciar de su contexto?, la crítica al gobierno contemporáneo y de un otro desplazado por el sistema. En esta situación, el hombre descubre que, aun en las circunstancias más angustiosas, siempre se puede resistir. Una literatura crítica, contestataria y militante. Este es el aporte de José Hernández.
Al mismo tiempo, Sarmiento, en Facundo, hace foco en el término caudillo desde su origen, y lo traslada a otra concepción que, si bien no busca ser una concepción peyorativa, sumerge la figura de ese caudillo en cualidades poco felices. En su obra, el autor también se muestra como un pensador inmerso en su ideología política. Se manipulan tópicos de estrellas aceleradas que se superponen unas sobre otras. En fin, los autores y sus obras en el campo literario argentino llenan así el que parece ser un requisito insoslayable para la cultura popular: fijan posición frente a ellos mismos, para acreditarse en el mundo intelectual, posicionando sus pensamientos y construyendo sus propias fronteras.
Bibliografía
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