El diseño arquitectónico de la prisión.  El Panoptismo de Bentham 

El principio básico del diseño de Bentham se completó por primera vez en 1785, con el fin de controlar el número máximo de prisioneros con la menor cantidad posible de guardiacárceles y de otros costos de seguridad. El diseño arquitectónico consiste en una torre central para los guardiacárceles, rodeada por un edificio en forma de anillo de celdas de la prisión.  

Esta construcción de prisioneros tiene solo una celda de espesor, cada una de las cuales tiene un lado abierto que da a la torre central. Este lado abierto tiene barras pero, por lo demás, está completamente expuesto a la torre. Así, los guardiacárceles pueden ver la totalidad de cualquier celda en cualquier momento, y los presos son siempre vulnerables y visibles. Por el contrario, la torre está lo suficientemente lejos de las celdas y tiene ventanas lo suficientemente pequeñas como para que los prisioneros no puedan ver a los guardiacárceles dentro de esta.


El impacto sociológico es que los presos son conscientes de la presencia de la autoridad penitenciaria en todo momento, aunque nunca saben exactamente cuándo están siendo observados (cualquier similitud con ese ojo que todo lo ve, conocido televisivamente como
Casa de Gran Hermano, es pura coincidencia). La autoridad penitenciaria cambia de ser una entidad física limitada a ser un conocimiento absoluto internalizado; los prisioneros se disciplinan a sí mismos simplemente porque alguien podría estar mirándolos, eliminando la necesidad de más poder físico para realizar la misma tarea. Solo unos pocos guardiacárceles pueden mantener a un gran número de prisioneros de esta manera. Podría decirse que ni siquiera sería necesario que los hubiera en la torre. El indicador miedo opera sobre esos cuerpos, cuerpos que de a poco van moldeándose hasta convertirse en dóciles y útiles. 

En 1813, el Parlamento otorgó a Bentham 23.000 libras esterlinas para construir la primera prisión panóptica, que todavía funciona como prisión hasta el día de hoy.
El filósofo francés  Michel Foucault exploró la invención del panóptico como una forma en que un guardiacárcel puede ver a los demás sin ser visto él mismo.
El Panóptico de Bentham es la figura arquitectónica por excelencia de la prisión.  Conocemos el principio en el que se basó: en la periferia de la ciudad, un edificio anular; en el centro, una torre; esta torre está perforada por amplias ventanas que se abren hacia el lado interior del anillo; el edificio se divide en celdas, cada una de las cuales se extiende a todo el ancho del edificio; tienen dos ventanas, una en el interior, correspondiente a las ventanas de la torre; la otra, en el exterior, que permite que la luz atraviese la celda de un extremo al otro. Basta, entonces, colocar un supervisor en una torre central y encerrar en cada celda a un loco, un paciente, un condenado, un trabajador o un escolar. Por efecto de retroiluminación, se pueden observar desde la torre, destacando precisamente contra la luz, las pequeñas sombras cautivas en las celdas de la periferia.

Se lo ve, pero no ve; es objeto de información, nunca sujeto en comunicación. Esta visibilidad permanente se convirtió en una forma de ejercer el poder y, al hacerlo, indujo en el preso un estado de visibilidad consciente y permanente. Foucault escribe: “Bentham estableció el principio de que el poder debe ser visible y no verificable. Visible: el interno tendrá constantemente ante sus ojos la alta silueta de la torre central desde la que es espiado. No verificable: el recluso nunca debe saber si está siendo observado en algún momento; pero debe estar seguro de que siempre será así. Para que la presencia o ausencia del guardiacárcel  no sea verificable, de modo que los presos, en sus celdas, ni siquiera puedan ver una sombra”.

No es necesario forzar, sino solo observar para “obligar al convicto a que se comporte bien, al loco a clamar, al trabajador a trabajar, al escolar a estudiar, al paciente a la observación de las normas”. La cárcel espacio alude a un férreo régimen de disciplina impuesta de forma verticalista, militarizada y arbitraria. 


Es por todo ello que aquel que está sujeto a un campo de visibilidad, y que lo conoce, asume la responsabilidad de las limitaciones del poder; las hace jugar espontáneamente sobre sí mismo. Se inscribe en sí mismo la relación de poder en la que desempeña simultáneamente ambos roles; se convierte en el principio de su propia sujeción (autodisciplina).


Finalmente, los guardiacárceles descubrieron que, después de un período de seguimiento constante y castigo inmediato contra los perpetradores, los reclusos comenzaron a regular su propio comportamiento. No podían ver a un guardia y, sin embargo, estaban regulados por la propia conciencia. Así, una realidad externa se había internalizado y se había convertido en habitual. 

El espacio prisión es un lugar donde el poder de castigar ya no se atreve a actuar a rostro abierto, sino que se ingenia con nuevas técnicas de disciplina, en donde el castigo debe funcionar a luz del día con objetividad clara e inscripta en lo terapéutico. Este contexto carcelario nos invita a comprender una realidad alejada por la propia sociedad, donde al prisionero se le deposita muchas veces lo peor de nosotros mismos y representa la sombra que negamos reconocer como propia.    
 

Fuente bibliográfica
Anitua, G. I. (2010) Historia de los pensamientos criminológicos (1.a ed.). Ciudad Autónoma de Buenos Aires: del Puerto. 

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