En este breve ensayo, se trata el enfoque de las relaciones comunicacionales que se van dando entre el Personal Penitenciario Bonaerense (U. 48), los celadores1 y los privados de libertad al interior de la prisión, conforme la mirada de la Doctora en Derechos y Ciencias Sociales, Beatriz Bixio, partiendo de la base de que las modernas ideas sobre tratamiento penitenciario se enfocan en la transformación del concepto de celador en el de operador (más precisamente en la de operador de tratamiento). Tanto el agente penitenciario como los internos comparten muchas horas dentro de la prisión; ambos tienen que cooperar uno con otro. El encierro, de acuerdo a lo analizado hasta el momento, se presenta como un sistema cerrado, rígido, en donde la reciprocidad comunicacional entre estos dos actores debe ser lo esencial para poder sobrellevar la tarea diaria. Se da una buena comunicación cuando existen personas con capacidad de comunicarse y con ganas de actuar al mismo tiempo para poder dar con un objetivo común. En esta dirección, la Doctora Beatriz Bixio sostiene: “Los recién llegados a la cárcel deben aprender este nuevo contexto en el que vivirán los próximos años de su vida, aprendizaje que se realiza en contra de lo que era natural hasta ese momento: las instituciones totales generan la rupturas de las normas, hábitos y relaciones de la vida cotidiana y, por lo tanto, el novel ingresante a una prisión debe realizar una tercera socialización que reconfigura su praxis y lo reconfigura como sujeto” ( Bixio, 2009).
El léxico carcelario no es compartido por todo el personal penitenciario (celadores) pero deben entenderlo y comprenderlo de una u otra manera porque, de lo contrario, se dificultaría la comunicación. En este contexto, el vocabulario y fraseología que constituyen este argot adquiere sentido. Si bien una parte del lenguaje tumbero (forma de argot común) es compartida, otra sigue resguardada en las cárceles y no sale de allí, básicamente porque se trata de un lenguaje que refleja un mundo, unos conflictos, un modo de habitar un espacio, una vivencia del tiempo y de alteridad específicos del contexto carcelario, que permiten nominar experiencias e intercambiar mensajes, que solo circulan por este entorno (Bixio, 2009).
Por otro lado, las personas que integran el sistema carcelario (como ser, agentes penitenciarios e internos) en un lugar parecen portar valores y aspiraciones hacia un objetivo individual. Como técnicas, cuentan con habilidades, destrezas y un conocimiento mínimo para poder desarrollar sus actividades dentro del penal. El comportamiento de los agentes penitenciarios en cuanto a la relación con la población penal parece motivado solamente para disciplinar. “Posiblemente, la cárcel sea la mejor definición de los espacios heterotópicos, con sus inversiones de las relaciones y ordenamientos de sujetos, espacios, tiempos, identidades, subjetividades, autonomías, distribución de palabras y de cosas. Todo se invierte y cambia su lugar en relación con la vida de la cotidianidad externa a este espacio” (Bixio, 2009).
A esto se debe agregar que, dentro de los penales, muchas veces la mayoría de los internos provienen de sectores vulnerables (villas miserias, asentamientos etc.). Pero también los mismos penitenciarios proceden de una clase social de vulnerabilidad. Hay que entender que el ser penitenciario no es un trabajo donde se perciba un sueldo tal como para poder pagar un alquiler en Capital Federal, según nos comentó uno de los entrevistados. “Con esto queremos decir que el lenguaje carcelario no es, simplemente, una jerga, un vocabulario o una estrategia de resistencia; es también codificación de una realidad distinta, una realidad paralela que se aprende en el proceso de socialización terciaria que implica el ingreso a la prisión que promueve una aprehensión del mundo y un reconocimiento de que forma parte de él” (Bixio, 2009).
En síntesis, el agente penitenciario (celador) tiene que entender al interno, venga de donde viniere. Para el celador, la tarea penitenciaria es una actividad muy compleja y ambiciosa que solo conocen aquellos que conviven días, meses, años con la población penal. No interesa con qué formación ingresan los internos a la prisión: solo se debe trabajar en su tratamiento. “En el sentido más lato de la expresión, en la cárcel la relación entre palabras y las cosas se desplaza, como se desplazan las relaciones entre los sujetos y las palabras, y entre los sujetos y las cosas. Los signos de funcionar como lo hacen en la lengua estándar y dan lugar a nuevos conceptos nuevos cortes de la realidad o nuevos posicionamientos sobre la realidad del afuera” (Bixio, 2009).
Para finalizar2, es necesario agregar lo expuesto por un agente penitenciario de la unidad carcelaria en cuestión, quien manifiesta: “La normativa que tenemos los penitenciarios regula cómo debe ser el trato con el interno. Hoy en la práctica, esto se está dando un poco en contra de eso”. Otro agente celador nos decía que, en la actualidad, conviven con muchas contradicciones nuestros reglamentos en lo que hace al interactuar de los celadores y de los presos dentro de la cárcel. “El Estado mismo es el agente más relevante de mensajes contradictorios en tanto los discursos de la ley y los de la institución ―gestuales, orales, o de otra materialidad― están atravesados por la contradicción: se reconoce que, al ingresar a la cárcel, los presos solo pierden su derecho deambulatorio” (Bixio, 2018 p. 18).
El agente penitenciario no se imagina llevar adelante el trabajo cotidiano con privados de libertad si no media un reglamento que estipule cómo se debe llevar adelante esa labor. También entiende que, con normas heredadas de gobierno militares, en la actualidad, se hace muy complejo llevar adelante esta actividad. Estas normas obsoletas se contradicen con los tratados internacionales de Derechos Humanos. Es aquí donde se encuentra la problemática para estos penitenciarios: al no estar claras las reglas de juego, intentan hacer lo que se puede, solo utilizando el sentido común. En este contexto, nos seguimos preguntando: ¿las instituciones penitenciarias cuentan con herramientas mínimas e indispensables para llevar adelante una comunicación con los reos que garanticen un trato digno y humano?
Bibliografía
- Bixio, Beatriz (2009) El lenguaje como hecho social: Relaciones lengua/cultura/historia en prácticas lingüísticas y discursos (Programa) (En línea). UNLP. FaHCE. Secretaría de Posgrado. Disponible en: https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/programas/pp.6706/pp.6706.pdf
[1] Celador: agente penitenciario de rango inferior que desarrolla esta labor, se ocupa de todas las necesidades que los privados de libertad requieren. Es el nexo entre oficiales jefes penitenciarios y privados de libertad.
[2] Las entrevistas al personal penitenciario se realizaron de forma individual, llevando adelante charlas informales, en diversos sectores, como ser la cocina del penal.