Un dia de visita al Cusam. Registro etnografico del mismo

Miércoles 28 de septiembre del corriente año. A las 9:00, arribé a la Estación José León Suarez, ramal tren Mitre de la Provincia de Buenos Aires. Allí me esperaba Luis, el remisero. En esta oportunidad, nos acompañaría Pamela, una compañera que viajaría por primera vez al Centro Educativo. Ambos aguardamos unos minutos hasta que ella llegó. Luego, emprendimos el viaje al CUSAM. Durante el camino, conversamos con Pamela, cuyas expectativas sobre el Centro Educativo eran varias.

Cuando arribamos al penal, nos dispusimos, como siempre, a cumplir con los requisitos de ingreso. Finalmente, ingresamos al CUSAM, donde nos recibieron los estudiantes. Les presenté a Pamela. Todos querían saber sobre ella: si era una profe nueva, el motivo por el cual quería conocer el lugar, etc. Saludamos: “Buenos días, chicos, ¿cómo están?”. Ellos se ofrecieron a hacer el recorrido del lugar junto a nosotros, explicando las actividades que se llevan adelante en cada aérea. Es llamativo el sentido de pertenencia por parte de los estudiantes a la hora de explicar y dar a conocer las actividades que llevan adelante en el lugar. El convencimiento de que la educación es una herramienta de cambio y de resistencia es algo muy presente en ellos. Me limité a observar y escuchar cómo se desarrollaba el recorrido y las charlas que se entablaban entre Pamela y los estudiantes.
Una vez finalizada nuestra jornada, le pregunté a mi compañera acerca de esta experiencia, para poder conocer qué particularidad del lugar percibía, si sus expectativas se habían cumplido o no, etc.

Al preguntarle qué le había parecido el centro universitario, ella me respondió que estaba muy contenta por haber conocido el lugar. Estaba muy agradecida conmigo por haber gestionado las autorizaciones para poder ingresar al penal, lo cual no había hecho nunca antes. Este ingreso le permitió tener una idea real de lo que es una prisión y desterrar el concepto de esta, que imaginaba o que veía por televisión.

Respecto de los controles de ingreso, le parecieron perfectos, ya que es necesario aportar nuestros datos personales en la oficina de control, como proceso administrativo de cualquier entidad carcelaria. Y aclaró que había imaginado un control mucho más exhaustivo por parte de los penitenciarios.

Además, resaltó un aspecto sobre las entradas y salidas de los establecimientos penitenciarios. En su primera experiencia, le llamó la atención, en primer lugar, que, por cada puesto de control que pasábamos, la comunicación de los agentes penitenciarios conmigo era fluida y amena. Para ella, esta situación no fue menor, porque consideró que, en otras circunstancias, le hubiera tocado transitar este evento con mucha más tensión. Destacó también que, al ser la primera vez que ingresaba a este tipo de establecimiento, conservaba cierto grado de nerviosismo por el hecho de ingresar a una institución con sus propias normas para todas sus actividades y hay que obedecerlas.

Este sentimiento se disipó en ella a medida que pasaba el tiempo dentro de la institución. Hubo algunos momentos de incomodidad propios de los establecimientos totalitarios, particularmente por el hecho de ser mujer, lo cual la llevó a transitar esta experiencia desde otro ángulo. Había solo una mujer realizando tareas de control de ingreso (que no requirió mucho tiempo), aunque su registro fue hecho por personal de sexo masculino.

Una vez dentro de este espacio, como ya dijimos, un grupo de estudiantes la invitó a recorrer su casa de estudio; primero intercambiaron algunas palabras y se presentaron brevemente. Ellos tenían curiosidad por saber quién era, qué estudiaba, de dónde venía.

La estructura del lugar es diferente a la convencional de una universidad. El espacio se divide en dos sectores: uno de uso permanente (donde funciona una oficina administrativa, una biblioteca, un aula de computación, una sala donde se realizan trabajos audiovisuales) y las aulas, donde se dictan las clases. Los estudiantes nos detallaron cuestiones referidas a la cotidianidad del funcionamiento del CUSAM: se dictan la carrera de Sociología y Trabajo Social, y también diplomaturas (entre estas, la de Gestión Cultural).

En este sentido, el eje de sistematización “Re-construyendo conocimiento desde adentro hacia afuera”, suscitamos esta expresión como modo de recoger los diálogos que los estudiantes expresaron durante esta experiencia. Uno de ellos (graduados de la diplomatura de gestión cultural), durante el recorrido por una de las aulas donde funciona la sala de computación, nos mostró un pequeño rincón sobre una pared de este sitio, donde hay pegadas fotos que reflejan el destrozo ocasionado por el incendio provocado por agentes del servicio penitenciario. Es aquí donde se puede observar un sentido de transformación y de reconstrucción como proyecto político educativo, de dar vuelta la página desde otro sentido. En cierto modo, este hostigamiento y avasallamiento en contra del derecho de la educación de las personas privadas de su libertad debe desterrarse, transformar las relaciones vinculares de las personas que allí estudian y que trabajan. En este lugar, no solo estudian las personas privadas de su libertad, sino también personal del servicio penitenciario, bajo el lema que se puede observar en la entrada del CUSAM: “Sin Berretines”. Se teje una trama vincular de aceptación. Esto se reflejó en una conversación con uno de los estudiantes ante la pregunta de cómo es la relación entre los privados de su libertad y el personal que estudia en el CUSAM. Recordó que, en la entrada del establecimiento educativo, hay justamente un cartel que recuerda que, en ese lugar, hay una reflexión sobre las distintas situaciones (roles) que le toca vivir a cada uno. Desde este lugar, se afronta ese dilema para transformar la realidad. Algunos nos contaron que existe, en el común de la gente, la construcción mental de que en las cárceles ocurre algo muy parecido a lo que sucede en la serie El marginal.

Asimismo, Pamela también tuvo la oportunidad de hablar de forma personal con Andrés, un estudiante de Trabajo Social, con el cual tuvo una charla mucho más amena y de confianza. Andrés le preguntó su nombre y qué estudiaba. El hilo de la conversación fue alrededor de temas de estudio, pero también se dio un intercambio sobre temas que revelaban injusticia social, un mundo cada vez más desigual. Andrés transmitió su idea de que, cada vez que pasa un gobierno neoliberal, hay cada vez menos derechos para los pobres. Es, sin duda, un estudiante que ha reflexionado sobre la historia de Latinoamérica, del Plan Cóndor, de FMI y sus políticas de colonización ideológicas sobre el territorio latinoamericano.

Andrés también le contó que tiene intenciones de hacer cosas para mejorar la calidad de vida de las personas de su barrio o de cualquier otro lugar del conurbano. Le explicó que, en este ámbito, hay muchas personas que no saben cuáles sus derechos y que se imagina en un futuro haciendo alguna actividad vinculada a lo que actualmente estudia.
Otra de las personas que conoció Pamela fue Julio, que es el encargado del centro de entrenamiento denominado “Espartanos”. Es un lugar totalmente nuevo, equipado con diversas máquinas de preparación física. Este módulo surgió gracias al aporte económico de diversos sectores empresariales.

Además de contarle cómo funciona el centro educativo, Julio le explicó cómo son las rutinas de entrenamiento. Al centro también asiste personal penitenciario; Julio es el encargado del entrenarlos. Para ejercer su tarea, debió realizar varias capacitaciones y diplomaturas. Fue el mentor de este proyecto, del cual hoy está a cargo. En un momento del diálogo, contó que había pensado este proyecto para que los chicos pudieran hacer actividad física. Apenas este se concretó, la directora del CUSAM le dijo: “Ahora hacete cargo vos”, en un claro gesto de motivación.

Pamela quiso saber sobre algunas cuestiones de salud, pero notó cierta incomodidad al hablar de ese tema, del cual se hizo un comentario un poco inquietante: “Tenés que rogar que no te pase nada”.

A pesar de haber estudiantes mujeres, Pamela no pudo hablar con ellas. A simple vista, este grupo parece mucho más hermético con las visitas de afuera. Solo hubo pequeños intercambios generados en una nueva aula destinada a taller de costura y de peluquería. En este ámbito, una de las estudiantes le contó que este sector es nuevo y que cuenta con dos máquinas de coser.

Volviendo al eje temático de adentro hacia afuera, esta idea es un intento de reflejar los deseos de todos los internos para sus vidas: una vuelta de página, una nueva oportunidad. Uno de los estudiantes le comentó: “Nosotros somos conscientes de que somos privilegiados”, en referencia a lo que sucede en otros contextos de encierro. El CUSAM es un lugar de lucha colectiva de estudiantes, profesores, familiares, profesionales, que intentan, de alguna manera, cambiar una realidad desde el borde más cruel que tiene hoy el sistema capitalista: el adueñarse de nuestros cuerpos. El CUSAM es uno de los pocos proyectos educativos de este tipo en el país.

Casi al final de la visita, debimos esperar el egreso. Una vez fuera del CUSAM, la modalidad de circulación entre los privados de libertad cambia notoriamente; las pautas de traslado son más rígidas: son trasladados con esposas a otros establecimientos dentro de la misma unidad penitenciaria. Pamela entendió, según sus palabras metafóricas, por qué la libertad es como una rosa con su aroma en el interior del centro educativo… pero también, como toda rosa, muestra sus espinas en el recorrido del camino.

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